a)
Nombre todas las provincias que tienen una aportación equilibrada de
agricultura y ganadería.
b)
¿Qué relaciones pueden existir entre cada uno de estos usos y las condiciones
naturales de España?
a)
León, Zamora, Salamanca, Ávila, Soria, Huesca, Zaragoza, Teruel, Guadalajara,
Toledo, Cáceres, Badajoz e Islas Baleares.
b)
Entendemos por condiciones naturales los factores físicos que influyen en la
actividad agraria, esto es, relieve, clima, suelo y vegetación:
En
el caso de España, el relieve influye
en la práctica agrícola tanto por la disposición del mismo, como por la elevada
altitud media de la Península (unos 660 m.). Sólo el 11% de la
superficie está por debajo de los 200m sobre el nivel del mar, siendo este el
nivel óptimo para la agricultura. Las pendientes y desniveles
influyen también en la estabilidad de los suelos y las posibilidades de mecanización (el
88% de la superficie peninsular tiene una pendiente superior al 5%).
En
cuanto al clima, el amplio dominio mediterráneo limita las posibilidades de la
agricultura. La escasez de precipitaciones, su irregularidad, gran amplitud térmica, heladas y lluvias torrenciales en la costa levantina (gota
fría), han influido en la adopción del cultivo de la trilogía mediterránea (cereales, vid, olivo) y han obligado a
construir numerosos embalses, realizar trasvases de unas cuencas hidrográficas a
otras más deficitarias y a extender el regadío, sobre
todo por las vegas de los principales ríos y en la costa mediterránea.
La naturaleza, composición y acidez del suelo y el sustrato litológico participan también en la actividad agraria. Así, los suelos calizos son pobres, poco desarrollados; los silíceos tampoco son fértiles para la
agricultura, aunque permiten el desarrollo de la dehesa. La Iberia arcillosa,
sedimentaria, sí cuenta con suelos aptos para la agricultura (valles del Ebro y
del Guadalquivir –campiña-, levante peninsular y submesetas), aunque en
ocasiones también presentan un elevado grado de erosión, por una excesiva
explotación y ocupación del terreno.
Sobre la vegetación, en ocasiones se ha eliminado para la plena ocupación
agrícola, en otras se mantiene para aprovechamiento forestal y en otras hay un
aprovechamiento conjunto, como en la dehesa occidental, con un importante
aprovechamiento mixto (agrícola y ganadero).
Con
esto podemos explicar las zonas de mayor
aportación agrícola por su relieve predominantemente llano y fértil, en el caso del litoral mediterráneo
y del valle del Guadalquivir (menos de 200 m. sobre el nivel del mar). En la Cuenca del Duero y La Mancha la altitud se eleva, entre los 600 y
700 m. Los materiales de esta zona, en gran parte de la Iberia
arcillosa y los prolongados períodos de aridez y elevadas temperaturas, favorecen la agricultura de secano, sin olvidar que en las cuencas de
los ríos como el Guadalquivir y en el litoral levantino, se
desarrolla una intensiva agricultura de regadío (arroz, frutales, hortalizas,
remolacha azucarera, algodón…). En general en estas zonas la vegetación se ha
eliminado para la ocupación agrícola.
En
las zonas de mayor aportación ganadera
(fachada atlántica, Comunidad de Cataluña y Sistema Central (Madrid, Segovia),
el relieve montañoso y el suelo calizo, pobre y a veces ácido, dificultan la
actividad agraria permitiendo la actividad forestal (la vegetación natural por
tanto, no se ha eliminado) y amplias zonas de prados que se alimentan de las precipitaciones
abundantes y regulares del clima atlántico y del de alta montaña. Esto favorece
el desarrollo de una ganadería vacuna semiestabulada y una ganadería porcina
estabulada, sobre todo en el caso de Cataluña.
Finalmente, en las áreas con aportación de agricultura y ganadería equilibrada, el relieve y el suelo
de la Meseta occidental, alto, llano y silíceo, permiten un aprovechamiento
mixto en las dehesas, donde se alimentan las cabañas
ovina, bovina y porcina. En Extremadura, la importancia de la cabaña
ganadera se ve equilibrada con la agricultura que proporciona el norte de
Cáceres (tabaco, pimiento, cerezas…), la Vega del Guadiana (arroz, tomate,
frutales…) y el viñedo de Tierra de Barros, entre otros cultivos. El Valle del
Ebro ofrece una doble gradación de paisajes desde las montañas que lo cierran hasta el
fondo de la depresión, y por otro lado desde el nacimiento del Ebro hasta la
desembocadura. De todo ello resulta una diversidad de paisajes, coexistiendo espacios
agrícolas en la depresión, de suelo arcilloso (secano y un importante regadío) y
espacios ganaderos (ganado ovino y porcino) en la montaña y en régimen de
estabulación. En ambas áreas mencionadas el clima predominante es mediterráneo
de interior, de ahí la presencia de cultivos de secano; las cuencas
hidrográficas hacen posible los cultivos de regadío y en cuanto a la vegetación,
se ha mantenido en zonas de dehesa, integrando pasto y arbolado (encina y
alcornoque), eliminándose en algunos casos para la ocupación agrícola.