Con la caída de Napoleón y la consolidación de la Restauración en Europa, un movimiento cultural, el Romanticismo, se convierte en bandera de las jóvenes generaciones que aspirar a encarnar en la política, la literatura, la filosofía y todas las artes, los principios revolucionarios de la reciente Revolución Francesa, soterrados por el momento con el Congreso de Viena.
El Romanticismo es, ante todo, un grito de libertad. Individualismo, intimidad, subjetivismo en el paisaje, exaltación del pueblo... son algunos de los principios de esta nueva sensibilidad artística. Estos pilares moverán a artistas como Beethoven o Chopin, en el plano musical, o Lord Byron y Víctor Hugo, en el ámbito de las letras. En el plano pictórico destacaremos la obra de Delacroix y de Géricault.
Principales características del Romanticismo
Pese a haber sido formados en los talleres neoclásicos de David y sus discípulos, los artistas de esta nueva generación rechazan las convenciones neoclásicas recuperando los valores de la pintura barroca de los siglos XVII y XVIII, así:
a) Potencian el color frente a la línea del dibujo neoclásico, con lo que se liberan las formas y los límites excesivamente definidos.
b) Resucitan las luces vibrantes y las manchas de color destruyendo formas más escultóricas que pictóricas.
c) Hacen las composiciones dinámicas, agitadas, dramáticas, frente a las figuras quietas o verticales del Neoclasicismo.
d) Rinden culto al paisaje, recurso que utilizan también para desplegar colores luminosos, cielos de nubes eléctricas y oleajes furiosos, con los que transmitir incluso los estados de ánimo.
e) Los temas elegidos son las revoluciones políticas o los desastres naturales, que definen la postura de estos artistas en la construcción de un nuevo mundo.
Géricault y Delacroix, representantes del Romanticismo francés
Escogeremos una obra de cada uno y comenzaremos por Theodore Géricault y su obra, La balsa de la Medusa, de 1819, actualmente en el Museo del Louvre. 4,9 m x 7,2 m. Óleo.
Cuando Géricault presentó el cuadro, este fue acogido con una acerba crítica por los círculos más conservadores. Veamos por qué. El tema escogido era de la más rabiosa y dolorosa actualidad, de un suceso que conmocionó a la opinión pública internacional cuando la fragata de la marina francesa, Méduse, naufragó en las costas de Mauritania el 5 de julio de 1816. Al parecer, unas 150 personas quedaron a la deriva en una balsa que improvisaron, de las cuales, 15 sobrevivieron después de 13 días a la deriva, soportando el hambre, la deshidratación, el canibalismo y la locura. El propio pintor visitó hospitales y construyó una balsa para recrear la trágica escena.
Es un cuadro-manifiesto de un trágico suceso que además, dejaba al descubierto a la recién restaurada monarquía borbónica francesa, pues las causas del desastre fueron atribuidas al capitán del barco, el conde de Chaumareix, oficial de la armada e inactivo durante 25 años, que actuaba bajo la autoridad monárquica y que en el momento del naufragio abandonó a la marinería. Con esta obra, Géricault es pues, el intérprete del sentir popular.
En cuanto a los aspectos formales de la obra, observa los tres planos en los que los náufragos están situados: los muertos, en primer plano, representando la desesperación y desconsuelo; los heridos, en segundo y los que permanecen vivos, en tercer plano, agitando ropas haciéndose ver en el que podría ser el momento de ser hallados para su rescate. Es la esperanza la que se representa.
El resto de elementos plásticos, intenta aplicarlos tú para hacer una autoevaluación.
Analicemos ahora La libertad guiando al pueblo, de Eugene Delacroix, de 1830 y actualmente en el Museo del Louvre-Lens. 2,60 m x 3,25 m. Óleo.
Si la obra de Géricault se contextualizaba en la Restauración borbónica, esta lo hace en la caída de Carlos X, el último rey de esta dinastía en Francia, pues el tema representado es la revolución de 1830. Para Giulio C. Argan, historiador y crítico de arte, se trata del primer cuadro político de la pintura moderna: el Romanticismo deja de mirar a la Antigüedad para querer participar de la vida contemporánea. Y lo hace con esta lucha por la libertad, que alegóricamente queda representada por una mujer semidesnuda que enarbola la bandera tricolor francesa. No ha habido un único cabecilla de este levantamiento contra la supresión del parlamento de Carlos X, por eso Delacroix representa a la Libertad, guiando al pueblo unido: el burgués, vestido con sombrero de copa y alrededor, otros representantes de clases populares, todos empuñando armas. Otro yacen ya muertos y a los pies de la Libertad, un moribundo la mira indicándole que ha valido la pena morir. Al fondo, las brumas y los humos de un barrio francés que se debate en la revuelta.
No cabe duda que la obra rebosa movimiento, agitación y fuerza, por el espectador no tiene más remedio que participar en la revolución o ser arrastrada por ella. Una vez más, el pintor se convierte en cronista del pueblo y de la historia más actual, pues el cuadro contiene una clara función propagandística y agitadora.
Observa las semejanzas con la obra de Géricault, líneas diagonales en su composición, diferentes planos para diferentes momentos, luz y color con significado propio en la obra y el gran realismo presente en ambos cuadros. Pero nuevamente te dejo que seas tú quien analice con detalle estos aspectos.